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Mientras el Gobierno llega al Catatumbo con "La Ruta del Amor" el ELN llega con más drones armados y tecnología de guerra.

“Ruta del Amor” en tierra de guerra: ¿A quién le estamos mintiendo?

Fotografía: Radio Nacional de Colombia.
Fotografía: Radio Nacional de Colombia.

Por más tierna y poética que suene, la Ruta del Amor por el Catatumbo parece una metáfora fuera de lugar en un territorio donde lo que reina es la muerte, el miedo y el silencio forzado. El reciente comunicado del Ministerio de Educación Nacional de Colombia titula con optimismo: “Con la visita a 17 Instituciones Educativas avanza la Ruta del Amor por el Catatumbo”. Pero la realidad en esa región no cabe en un titular rosa. El Catatumbo está en guerra. Literalmente.


Allí, donde el Estado celebra la visita de funcionarios con promesas de infraestructura, alimentación escolar y conectividad, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) controla el 90% del territorio. No simbólicamente. No ideológicamente. Militarmente. Con fusiles, minas antipersona, reclutamiento forzado y extorsiones. Más de tres mil hombres armados enfrentan al Estado en esa zona mientras los niños, paradójicamente, siguen sin poder ir a estudiar por miedo a que una bala perdida interrumpa el recreo.


¿Cómo hablar de calidad educativa cuando los docentes no pueden ni siquiera entrar a las escuelas por miedo a ser asesinados? ¿Cómo ofrecer conectividad digital si los territorios ni siquiera están conectados a la seguridad? El lenguaje del gobierno es una caricatura de esperanza. Pintan de colores una región donde la vida se escribe en blanco y negro: o estás con ellos, o estás muerto.




Y no se trata de negar el valor simbólico de querer llegar con amor, se trata de cuestionar el cinismo institucional que lanza programas pedagógicos mientras no puede garantizar lo más básico: la vida.

Porque cuando los líderes sociales son asesinados impunemente, cuando los docentes deben salir escoltados, cuando los padres no dejan salir a sus hijos por miedo a que no regresen… entonces hablar de "mejorar el aprendizaje" es no entender el drama humano que vive el Catatumbo.


Lo más preocupante es que esta narrativa del “amor” recuerda peligrosamente al discurso del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, quien bajo el lema “abrazos, no balazos” permitió que los carteles del narcotráfico se fortalecieran mientras las escuelas cerraban por miedo a las balaceras. En México, ese experimento fracasó. ¿Vamos a repetirlo en Colombia?


La educación en zonas de conflicto necesita más que visitas institucionales con discursos motivadores. Necesita una política integral de seguridad, verdad y justicia. Necesita desmantelar estructuras armadas, proteger a los maestros, y garantizar que ningún niño tenga que esconder su cuaderno bajo la cama cuando suena un tiroteo.


El Estado no puede seguir llegando tarde y mal, con rosas en la mano cuando del otro lado disparan. Porque el Catatumbo no necesita palabras bonitas. Necesita que lo liberen.


Profes al aula.

 
 
 

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