Los dispositivos móviles están cambiando la forma de aprender desde la primera infancia.
Acompañamiento digital y educación digital: 12-18 años
Introducción
Vivimos inmersos en un mundo digital donde, en los últimos años, nos hemos ido metiendo de forma rápida y sin instrucciones ni educación previas. Internet y todos los dispositivos a nuestro alcance han sido las vías físicas y digitales por donde transitan continuas propuestas, contenidos y todo aquello imaginable o inimaginable. Y todo está en la nube (es decir, en otras máquinas físicas), al alcance de quien libremente lo quiera consultar. Prácticamente no hay filtros ni regulaciones, y pocas evaluaciones de efectos en el primer clic de turno. Y menos una mínima formación previa en la responsabilidad que implican nuestras actuaciones, con repercusiones posteriores en otras personas y en nosotros mismos. Somos piezas de un gran puzzle digital con mínimas escapatorias.
Adolescentes y adultos hemos ido descargando aplicaciones facilitadas como gratuitas, aceptando cookis y lo que nos pidan, ofreciendo nuestros datos a no se sabe quién, colgando y compartiendo imágenes y vídeos de todo tipo, siendo víctimas de la captación continua e imparable de nuestra atención, con la correspondiente reducción de horas de sueño y descanso. Aquí nos focalizaremos en la adolescencia, pero podríamos incluir a la población adulta y ya cierta infancia precoz, que accede a todo por el mismo sistema: vía teléfonos móviles comprados por las familias, las cuales se supone que les dan permiso para descargar aplicaciones que no les tocarían por edad. Últimamente, en vistas de los efectos, algunas familias de España piden a la escuela que regule los usos o prohíba los dispositivos en su interior (no es difícil adivinar qué pasará al salir del recinto escolar, en la calle o en los domicilios con el uso de estos aparatos), cuando un recurso imprescindible es una verdadera educación digital, predicar con el buen ejemplo de todos y fomentar la responsabilidad colectiva. En todo caso, la realidad es diversa y desde los sectores educativos poco a poco se dictaminan políticas, compromisos, programaciones y experiencias para avanzar en la formación digital. Seamos tecnooptimistas, por encima de todo.
Contextos digitales y presenciales en vidas adolescentes
La actual adolescencia nació en entornos digitales, inmersa en dispositivos llenos de posibilidades que los pueden cautivar durante todo el día. El despertar a la vida adulta va acompañado por la accesibilidad a mundos de todo tipo que les pueden ayudar a aprender, orientarles, estimular en positivo y abrir los ojos a fuentes de información diversas. Nunca habíamos dispuesto de tantos recursos para aprender, accesibles para todos y, en gran parte, gratuitos. Como contrapartida, la libertad de colgar y consultar puede ir acompañada de mundos perversos y de maldades humanas a disposición de todos.
En medio, la adolescencia se siente en la compañía digital de redes sociales, mensajería y productos audiovisuales de toda clase, que a menudo significan soledad en grupo, narcisismo expuesto en la red y venta de la propia personalidad como si fuera un producto más que hay que monetizar. Puede quedar atrapada por la captación continua de su atención entre alertas, notificaciones y scrolls infinitos facilitados por algoritmos cautivadores que quieren que nadie se pierda nada. O seguir a creadores de contenidos e influencias deslumbrantes que pueden informar de todo, a veces sabiendo poco de lo que hablan, como si sus consejos tuvieran siempre fiabilidad científica: sobre salud, cosmética, alimentación, autolesiones, estética, tentaciones suicidas, relaciones, sexualidad, ansiedad y lo que haga falta. Justamente, todo pasa en momentos vitales de cambios físicos y psicológicos, en los cuales se forma la personalidad, y convive con modelos como el de las vidas de Instagram y Tik Tok.
Al lado de las grandes oportunidades y de los efectos positivos que brinda y produce la digitalización global en la adolescencia, en un mundo capitalista, rápido y con demandas de unos estándares concretos, se dan a conocer afectaciones en la salud mental, depresiones, tristeza, ansiedades, consumos, neofobias, postureo, dependencias, machismos, captaciones, juegos, falta de fortaleza personal, etc. Hay quien establece lazos entre Internet, pantallas, dispositivos y estos estados personales y sociales, como si solo hubieran culpables digitales. A esto se añaden libros oportunos e interesantes que, desde los títulos hasta las promociones, utilizan viejas técnicas de captación persuasiva en las que las pantallas siempre son las causantes principales, con términos como generación ansiosa, cretinos digitales, hijos imbéciles, devoran a nuestros hijos, etc.
También hay profesionales que piensan que las manifestaciones relacionadas con la salud y los estados de ánimo ya estaban en la sociedad. Ahora son más visibles, conocidas, expuestas, ampliadas y compartidas gracias a Internet (1-2). No son partidarios de medidas prohibicionistas, sí de analizar los contextos en conjunto y situarlos en la actualidad para adoptar medidas posteriores. Mientras tanto, la adolescencia necesita acompañamiento, guías, contextualizar su entorno para que lo entiendan, ser escuchada, capacidad de empatizar con ella y ofrecerles educación para un mundo cambiante, donde el futuro se desconoce pero es preciso prepararlo desde el presente, y donde la digitalización será indudable.
Hay que tener en cuenta también en qué circunstancias grandes sectores de nuestra adolescencia viven cada día. La pobreza extrema o la riqueza desmesurada, las desestructuraciones, las ignorancias, las violencias de todo tipo, el sexismo, el desarraigo, las ideologías y las posturas extremistas, la soledad, las propuestas para conseguir dinero fácil, la llegada de otros países o lugares huyendo de situaciones complicadas son condicionantes que marcan, y todo forma parte de su mundo físico y real, con gran poder para generar problemáticas concretas. También, a esto le añadimos las ya imprescindibles interferencias digitales. Aquello que observamos responde a unas causas, se da en unos contextos y en unos entornos complejos, donde los juicios fáciles desde posiciones adultas tienen la posibilidad de acertar o no. En todo caso, más que juzgar, se impone ayudar.
Acompañar y educar en digital
Además del compromiso efectivo de educar en digital desde las aulas, tal como decíamos, el ejemplo personal y social en el uso de la tecnología es una buena fuente de aprendizajes para la infancia y la adolescencia. Como un punto de partida, los centros educativos españoles disponen de documentación oficial elaborada por las autoridades educativas y expertos, además de otras propuestas de organismos y entidades que definen y guían sobre qué hay que hay que aprender y cómo hacerlo (3-4). También ocurre que algunos entornos y ciertas presiones sociales o mediáticas originan cierto miedo, que acaba en restricciones y hasta prohibiciones en las aulas. Además, hay posturas negacionistas hacia el uso de la tecnología, defendidas en libros que, oportunamente, resaltan consecuencias y prevén más problemas si no seguimos sus recomendaciones (5-8).
También hay estudios e informes de organizaciones estatales e internacionales que periódicamente analizan en profundidad el impacto tecnológico y aportan directrices para entender y guiar actuaciones de mejora, si hacen falta (9-12). Por tanto, existen herramientas para pasar de la teoría a la práctica y al revés.
La tecnoética, la ciberconvivencia y el uso saludable de las tecnologías son contenidos imprescindibles, como también el aprender mecanismos para centrar la atención en aquello que es importante, y no solamente en las urgencias que marcan las redes sociales.A esto se lo conoce como el control de la atracción sobre lo que no debería significar un estímulo en aquel momento, encadenado a otros en la misma línea, en una cadena continua, sin fin. Se ha de aprender que el sentido común digital protege y es la mejor autorregulación ante presiones de las plataformas, del círculo de personas próximas y de objetivos personales que quizá no son tan fundamentales. En todo caso, este sentido común se ha de formar para saber cómo actuar correctamente antes tantas situaciones.
Propuestas desde el tecnooptimismo educativo
Tanto el mundo educativo como el médico-pediátrico se necesitan mutuamente para que la educación digital llegue a la adolescencia y a sus familias de la forma más efectiva y saludable posible.
Desde el optimismo educativo se formulan diversas propuestas:
Educación con la colaboración de profesorado, familias y alumnado, sumando las ideas y reflexiones de todos, extraídas también de expertos y de la práctica y experiencias vividas.
Reglamentaciones y normativas de las autoridades reguladoras para que las empresas tecnológicas adopten criterios éticos responsables, con el valor añadido de no perturbar a las personas y sí de construir desde la privacidad y la eficacia. La realidad muestra cómo la globalización y determinados intereses buscan formas para conseguir sus propósitos: legales, alegales o ilegales.
Contenidos actualmente fundamentales en las aulas. Responden a necesidades y demandas de la sociedad y de las personas, con ciertos nexos digitales e interrelaciones mutuas entre todos:
Educación digital y en ciberconvivencia, incluyendo también los efectos en la salud propia y ajena.
Educación mediática, con la discriminación de la veracidad, credibilidad de las informaciones, noticias falsas, mentiras y corrientes de opinión.
educación sobre el clima y su preservación, incluyendo también todo lo relacionado con el gasto energético que provocan las tecnologías y el origen de las materias primas para fabricar las máquinas.
Educación sexo-afectiva y relacional desde la infancia, incidiendo también en la imagen personal que se distribuye en Internet y las consecuencias, los efectos del machismo y de la hipersexualización imperantes, mecanismos de captación de menores en las redes, engaños, pederastia, etc.
La empatía para saber situarse en el lugar de los otros, de pensar antes de actuar en Internet y de prever los efectos que pueden generar contenidos y comentarios antes de colgarlos.
Aprender a desconectar de redes y de pantallas en determinados momentos. Y a conectar con nosotros mismos. El silencio interior sirve para escucharnos.
El valor del nosotros respecto al yo. En el mundo digital la colectividad también debería importar más que la individualidad.
Conclusiones
La educación digital nos implica a todos. Porque el mundo es digital, la tecnología mueve todos los sectores y el entorno laboral se compone en parte de aspectos ligados a un sector que va unido a la globalización. La irrupción de las tecnologías ha provocado cambios continuos y adaptaciones a un mundo que no ha incluido formación previa para una mayoría de usuarios. Los efectos de este proceso sin retorno ya se ven y se estudian. Se precisa una educación y una formación en las etapas de educación obligatoria, pero también en el mundo adulto, en un continuo aprendizaje.
A todos nos afecta la frase que se atribuye al entomólogo y biólogo de Estados Unidos Edward Wilson (1929-2021): El verdadero problema de la humanidad es que tenemos emociones del paleolítico, instituciones medievales y tecnología propia de un dios. Y esto es terriblemente peligroso.
Las escuelas y las consultas pediátricas tienen un gran papel y se esfuerzan para provocar cambios positivos. Respecto a los temas educativos - aunque a veces ocurre que aquello que la escuela enseña en las aulas, al salir a la calle, algunos sectores de la sociedad lo niegan- la fuerza colectiva y la creencia en los cambios consolidarán las mejoras.
Es necesario seguir adelante: la educación es la forma más efectova de mejorar el mundo. También el digital.
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